A lo largo de los últimos días se han escuchado diversos pronunciamientos en torno a la postura y órdenes ejecutivas que ha firmado Donald Trump, que van desde seguir aguantando vara hasta aquellas que piden declararle la guerra comercial a Estados Unidos.
El que sido el más preciso para definir el momento y al personaje fue el empresario Carlos Slim, quien señaló que el momento representa una gran oportunidad para México, al cual deben de adaptarse todos al cambio y salir adelante, definió a Trump como un negociador en lugar de un destructor.
En cualquiera de los casos hay que considerar que la desavenencia o el desencuentro, o tal vez, ya usar la palabra confrontación, no debe ser con el pueblo norteamericano, que como sabemos más de la mitad están contra su presidente, el magnate inmobiliario, y su gobierno.
La interrelación que tienen México y Estados Unidos es de tal dimensión que nadie puede resquebrajarla, ya que los lazos concomitantes que los unen, no solo se refiere al comercio, sino también al asentamiento de cientos de miles de mexicanos que han gestado generaciones posteriores con nacionalidad de aquel país y que la frontera es tan solo un accidente geográfico que los separan de sus raíces. Se habla de más de 36 millones de mexicanos unos con residencia y otros ilegales que a diario permean en la sociedad estadounidense y en muchos casos ya no únicamente representan minoría, sino han accedido al poder de sus comunidades.
Con el paso de las décadas la fusión se va a fortalecer para hablar de una América del Norte completamente compactada, no hay que perder de vista que en Canadá el flujo de trabajadores y estudiantes mexicanos van en aumento.
Ya establecido lo anterior, entonces sí entra la firmeza al fijar posiciones irreductibles con Trump que sin duda pondrían a México en una posición ventajosa para negociar. Cuáles serían estas. Una, el no pago del muro, dos, la defensa irrestricta de nuestros connacionales, tres, la búsqueda de nuevos mercados que permitan canalizar nuestras importaciones, se habla de gasolina y productos agropecuarios, en primera instancia, a otros países.
Por supuesto fijar aranceles a algunos productos en la misma proporción que lo hagan ellos, aunque habría que considerar que el flujo de operaciones comerciales que se dan a diario y que se basan en la relación corporativa que se ha construido desde hace muchos años, lo que hace virtualmente imposible romper de tajo, sobre todo porque se está en un círculo virtuoso de ganar-ganar.
La prudencia y la inteligencia debe ser otro elemento relevante del gobierno mexicano para evitar no dar pretextos mayores que justifiquen una locura. En este sentido coincidimos con Felipe Calderón de que se requiere mostrar un frente digno y firme pero a la vez sensato.
Por supuesto, el llamado a la unidad es una condición nacional indispensable para crear un bloque cohesionado y férreo que avale las decisiones que gradualmente se irán aplicando. La tentación que tienen los partidos políticos y sus militantes de pretender llevar agua a su molino con esta crisis es mezquino e inadmisible y aunque ya todos los dirigentes se han pronunciado a favor de cerrar filas en torno al presidente Peña Nieto, lo cierto es que en los hechos seguirán los golpeteos a través de la vía que muchos han establecido para sembrar el temor y la desconfianza, el descrédito y mellar la fortaleza de las instituciones: las redes sociales.
También este momento de coyuntura puede ser la oportunidad de reinventarse para al presidente de la República y así revertir los negativos por lo que transita su administración
Coincido con los que afirman que atravesamos por una de las etapas de la historia de México que pudiera tornarse en la más desastrosa, por un lado, la amenaza de un orate que comanda al país más poderoso del mundo y por otro, el azuzamiento permanente al interior del país por atentar con la paz social. El gasolinazo les ha dado el pretexto perfecto a las antisistémicos para sembrar el odio clasista, para promover la rapiña y la violencia.