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Ignacio Allende, el desplazado de la historia

21 Ene 2019
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El movimiento insurgente comandado por él fue la base para la independencia de México. Ignacio Allende, el Generalísimo que imaginó un país gobernado por sus propios habitantes, ocupa hoy un segundo sitio en el pantéon de aquella lucha porque supo entender que, ante la convocatoria que arrastraba el cura Miguel Hidalgo, aquel debería ir al frente.

Fue así -coinciden expertos consultados por El Financiero- que la figura de Hidalgo superó en el imaginario colectivo a la del miliciano nacido el 21 de enero de 1769 en San Miguel el Grande, en la región del Bajío, de madre española americana y padre español peninsular. Pero su participación en la lucha que terminó logrando la soberanía de México fue fundamental.

Poco abonó a su gloria apoyar la decisión de Hidalgo de no tomar la Ciudad de México tras el triunfo en la batalla del Monte de las Cruces, en las cercanías de Toluca, el 30 de octubre de 1810.

“Triunfaron frente a los realistas, pero fue motivo de mucho desaliento haber llegado hasta las cercanías de la capital y no avanzar para terminar lo más pronto posible con el movimiento armado popular y empezar la construcción de un nuevo orden político, como era el deseo de Allende”, señala el historiador David Guerrero, del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México.

Cinco meses después, cuando se dirigían a Estados Unidos en busca apoyo, ambos fueron detenidos en Coahuila y posteriormente juzgados y sentenciados a muerte.

El religioso y el miliciano, que tuvieron diferencias en su visión estratégica, llegaron a un quiebre en noviembre de 1810, cuando Hidalgo decidió marchar a Guadalajara. Su segundo se quedó en Guanajuato, a la espera del ejército de Félix María Calleja, por lo que necesitaría refuerzos. “Le pidió apoyo para esa plaza que tanto costó ganar. Al no recibir respuesta, Allende le mandó decir que, si no llegaba, entendería que peleaban en bandos distintos”, destaca la profesora e investigadora de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, Adriana Rivas de la Chica.

Después volvieron a unirse, pero tuvieron dos derrotas apabullantes: Aculco, en el actual Estado de México, y Puente de Calderón, en Jalisco. “La cúpula del movimiento se reagrupó, ya con muchas deserciones, y se tomó la decisión de marchar hacia el norte”, señala la historiadora.

En su camino hacia Estados Unidos, aparentemente serían recibidos en Acatita de Bajan, Coahuila, pero fueron traicionados por Ignacio Elizondo, quien se hizo pasar por uno de los insurgentes. Los llevaron a Chihuahua junto con Juan Aldama, Mariano Jiménez, Mariano Abasolo y muchos más. Se les declaró a todos la pena capital por traición al rey y a la patria, y sus cabezas fueron colgadas en las cuatro esquinas de la Alhóndiga de Granaditas, en Guanajuato.

El estratega

Allende formaba parte de la élite de una zona especialmente activa en lo político y económico, pero en lugar de dedicarse al comercio o a las letras optó por las armas. Fue capitán del Regimiento de Dragones de la reina en San Miguel el Grande.

“Acantonado en Veracruz, escuchaba las noticias de lo que ocurría en España, cuando la invadieron tropas napoleónicas en 1808”, relata Guerrero.

Aquella España invadida, sin rey, que podía perder sus posesiones americanas a manos de los franceses, motivó a Allende a manifestar su inconformidad. “Por el malestar de los criollos y por el temor de que la Nueva España cayera en manos de los franceseso”, añade.

España ni sus reinos americanos reconocieron a José Bonaparte como rey, a quien Napoleón impuso tras derrocar a Fernando VII.

“Se formaron juntas de gobierno que funcionaban en ausencia del rey, sin dejar de reconocerlo. Miembros del ayuntamiento de la Ciudad de México, como Francisco Primo de Verdad, propusieron al virrey José de Iturrigaray algo similar. Pero quienes querían conservar la preeminencia de los peninsulares en las decisiones políticas del reino se negaron, decían que era la independencia disfrazada. Quienes estaban en contra de la junta destituyeron a Iturrigaray e impusieron a Pedro Garibay”, explica Rivas de la Chica.

“Fue una de las personas más activas en tratar de convencer a otros para sumarse a la conspiración. Incluso hay cartas donde él manifestaba su tristeza porque, decía, ‘no se unen como yo quisiera’. Pensaba que los criollos se unirían con entusiasmo, pero no fue así”, observa Guerrero.

Allende estaba concentrado con las tropas que Iturrigaray envió a Veracruz, el contingente más grande de milicia americana, integrado por cerca de 14 mil hombres, que tras la destitución del virrey fueron enviados a sus provincias por las nuevas autoridades.

“Los milicianos sospecharon de esas acciones. ¿Por qué se dispersaban las tropas cuando tendrían que proteger más que nunca las principales plazas americanas debido a la invasión napoleónica? Allende junto con otros oficiales de milicia formaron juntas secretas para hablar de sus posibilidades políticas. Él defendía la junta de gobierno autónomo, pero sabía que ya no iba a poder hacerse de una manera pacífica”, asegura la investigadora.

Allende -comenta Guerrero- quería iniciar su movimiento con otros milicianos que tuvieran conocimiento de armas, táctica, disciplina, pero Hidalgo al convocar a las masas populares, generó un ejército que, si bien no era el que esperaba, se esforzó en organizar, buscando evitar el saqueo y las matanzas innecesarias.

“Planteaba un nuevo país donde los habitantes participaran en el gobierno, no democrático -palabra extraña para aquel tiempo-, pero sí representativo. Aunque originalmente pensó que el movimiento insurgente podía ser corto y bien organizado, resultó en una rebelión armada que se volvió incontenible, que fue aplastada muchas veces, pero continuaron otros como Ignacio López Rayón, Morelos y Guerrero. Pero nunca desistió, fue un hombre que estuvo a la altura de sus exigencias políticas y sociales y las llevó a cabo de palabra, con la acción y con las armas en la mano”, concluye.

 

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El apunte del director

  • Septiembre 2025

    Con resultados ambivalentes en un entorno muy adverso, la presidenta Sheinbaum llega a su primer Informe de Gobierno gozando de una popularidad de 74% de aprobación  de acuerdo a la más reciente encuesta de El Financiero y ello implica necesariamente que una buena parte de la población está contenta con su gestión, sin embargo, ello no quiere decir que los graves problemas que lastiman a México tengan visos de solución en el mediano plazo  como la seguridad pública, la economía, la regeneración del sistema de salud y educación que están colapsados,  al igual que las dos empresas públicas del Estado, Pemex y CFE, además que las finanzas públicas presentan un estado grave de precariedad que compromete, incluso el fondeo de los programas sociales que en buena medida soportan la popularidad de la Jefa del Ejecutivo Federal.
    La doctora se sacó la rifa del tigre al recibir un gobierno quebrado y con gigantescos escollos que requerirán tiempo, dinero y sobre todo capacidad de gestión, ya que la herencia maldita que heredó de su mentor son de tal magnitud que no bastarán los seis años que tiene para solucionarlos.
    Aunado a ello, hay que decirlo con todas sus letras, el secuestro del Poder Judicial tiene implicaciones graves en la certidumbre jurídica y el pleno respeto al orden constitucional.
    El nuevo andamiaje jurídico que ha creado la 4T, efectivamente daña al régimen democrático en aras de consolidar una incipiente autocracia.
    La descomposición interna es un tema grave, el otro, es la presión permanente que ejerce el presidente Donald Trump sobre su contraparte mexicana que complica aún más el entorno económico, político, social y de gobernabilidad, ya que entre los aranceles y las sanciones que se imponen arbitrariamente a los productos mexicanos, asfixian a diversos sectores de la población.
    El factor más preocupante que genera la ley del garrote de Trump es la incertidumbre que prevalece en la economía nacional, por la falta de definiciones en temas torales como la misma renegociación del T-MEC.
    A la presidenta se le ordenó expresamente seguir con las mañaneras y con ellas pretender conformar un México irreal basado en mentiras y medias verdades, que, al contrastarlas con los datos duros del propio gobierno, pues no pasan el crisol de la realidad.
    A casi un año de gobierno, todavía no vemos a la presidenta en todo su esplendor, se nota maniatada por una camisa de fuerza que le impuso AMLO, es decir, a un año de que llegó al poder no se aprecia las fortalezas, la personalidad propia y la visión de gobierno hacia el 2030, al contrario, se muestra una mala calca del tabasqueño que pretendió un proyecto político de gobierno en donde la atención de la pobreza era la premisa fundamental, empero, esa promesa solo quedó en el discurso y así seguirá por muchos años más, ya que el regalo del dinero público no revierte la pobreza y la marginación.
    Las dadivas gubernamentales permiten por el momento gozar de popularidad, empero esta es un espejismo, mientras no se aliente la productividad y la incorporación de la población marginada a la inclusión social con acceso a un trabajo bien remunerado, vivienda, salud, educación y recreación.
    Mientras la doctora no muestre su auténtica personalidad, su propia cosmovisión y su manera de gobernar sin ataduras, seguiremos dando cuenta de resultados mediocres que no corresponden a todo el potencial que tiene México para salir adelante.
    Desde luego, hay diferencias entre el gobierno de AMLO y de Sheinbaum como el diametral enfoque que existe entre ellos en materia de seguridad pública, en donde la estrategia de Abrazos no balazos logró que los criminales se empoderaran de vastas regiones del territorio nacional, además de incrustarse en altas esferas del poder; en cambio ahora se observa un combate real y frontal contra los criminales de todo el país y aunque Omar García Harfuch y los principales mandos castrenses están comprometidos con la instrucción presidencial de pacificar al país y revertir los índices delictivos, lo cierto es que se trata de una lucha desigual contra las capacidades económicas, en armamento, inteligencia y cooptación de mandos militares y policiales por parte de los cárteles del crimen que están asentados en todo el territorio nacional.
    En el tema económico, la situación es más complicada, porque se carecen de los recursos presupuestales para detonar la economía, sobre todo porque las grandes inversiones privadas ya no ven a México como un destino confiable y por ello han elegido invertir en otras regiones del orbe.
    La inversión total ha caído 5.5 % en los últimos ocho meses.
    En su Primer Informe no se asomó la autocrítica y menos el tan necesario llamado a la unidad nacional, al contrario, envuelta en una gran nube de datos sesgados se vanaglorió de los supuestos éxitos alcanzados.